viernes, 4 de diciembre de 2009

ETNO II: Recorrido histórico de la Cueca

Con el pañuelo en alto
Por Diego Caminos



De toda la música y danza folclórica argentina, quizás la más elegante sea la cueca, pero ¿dónde nace? ¿cómo llegó a nuestro país en dos “formatos” distintos, como lo es la norteña y la cuyana? ¿qué continuidades y qué rupturas se evidencian entre nuestra cueca y la proveniente de Chile, Bolivia y Perú? Estos y otros interrogantes intentarán ser respondidos en una suerte de recorrido por este género tradicional, que parece tener su origen en tierras aún más lejanas que las americanas, como lo son la africana, española y árabe.

Zamacueca
Todo parece indicar que la zamacueca proviene del Perú, en donde constituye un baile tradicional en el que se representa el asedio amoroso entre una mujer y un hombre, emulando al que realiza el gallo sobre la gallina para conquistarla. Por ello su nombre compuesto por los términos "zamba”, que en lengua africana significa baile, y “clueca", en referencia a los movimientos de la gallina. Parte de esto se explicaría por la presencia de peleas de gallos en el virreinato, lo que daría sentido al origen de este baile en Perú.

Según Carlos Vega, La zamacueca tuvo su origen hacia 1824, en donde también se identificaba por los nombres Zambacueca, Mozamala y Zanguaraña.

Ahora bien, Vega menciona también que este género proviene de una zamba antigua que se practicaba en Perú desde finales del siglo XVIII, la que a su vez recibió una serie de influencias de música y danza foráneas, dando así la conformación definitiva a la zamacueca.

Por su parte, Enrique Pinilla en su Informe sobre la música del Perú (Historia del Perú. Procesos e Instituciones. Lima : Ed. Juan Mejía Baca, 1981), ofrece una aproximación al proceso histórico-musical que precedió a la aparición de la zamacueca como género, identificando las siguientes fuentes: La música andaluza, marcada por la influencia del zéjel árabe; El khalif, un ritmo árabe de Túnez que combina ritmos griegos, troqueo y yámbico, y que se expandió con pequeñas variantes hacia el Oriente, el África sahariana y subsahariana –de allí su métrica marcada en compás de 6 por 8, tan natural entre los africanos-, ya que como afirma Pinilla, "es en el África negra donde estos ritmos del troqueo y el yámbico, no necesariamente juntos (como en el ritmo "Khalif") sino con infinitas variaciones del compás de 6 por 8, tiene extraordinarios ejemplos en Senufo, Kanen, Rodesia del Sur, Kenia, y entre los pigmeos del río Congo. Los esclavos negros traídos al Perú en el siglo XVII, influyeron también decisivamente en la formación del ritmo binario de 6 por 8 de la zamacueca. Otros ritmos binarios de Africa en 2 por 4, también se encuentran en la costa peruana, aunque hay tendencia a confundirlos con los compases de 6 por 8" (p. 430-431)-; La antigua Seguiriya Gitana también aporta su influencia principalmente en el aspecto del ritmo –por eso Pinilla habla de la antigua seguiriya, pues las modernas seguidillas españolas ya no conservan el antiguo ritmo de su predecesora gitana (es decir, ritmos seguidos de troqueo y yámbico)-; y por último La Jota, que presenta más parentesco con el Fandango que la anteriormente citada, y que no aporta a la zamacueca en el ritmo pero sí en la armonía, sobre todo a partir de los juegos de tónica y dominante. Posteriormente se incorporó la lírica y melodía cantada, en donde "las letras vienen de las formas de la poesía española, como el cuarteto octosilábico y las dos estrofas de seguidillas" (Pinilla, p. 434).

No obstante, de todas las influencias recibidas, en el aspecto específicamente danzístico lo que predomina es el fandango español. Al respecto, es interesante mencionar lo que dice Curt Sachs en su "Historia Universal de la Danza", pues allí asevera que de él desciende esa forma coreográfica que se bailó durante los siglos XVIII y XIX. Para ello, Sachs cita una descripción de lo observado por J. Casanova en Madrid en 1797: "Bailan siempre el fandango sólo dos personas, que no se tocan jamás, ni siquiera con la mano. Pero cuando se observan los desafíos que una a otra se hacen, ya retirándose, ya acercándose de nuevo; cuando se advierte cómo la mujer, justamente en el instante en que pareciera que va a ser vencida, se escurre de pronto del hombre victorioso con renovada vivacidad; cómo la persigue aquél y cómo lo persigue ella; luego cuando se comprende que en todas sus miradas, sus gestos y las posiciones que adoptan, expresan las variadísimas emociones que los inflaman por igual”. Así, La característica de la danza de galanteo y picaresca propia del fandango se conservará en Lima, aunque se le impriman ciertas modalidades típicas de las otras formas previamente citadas, más algunos cambios como por ejemplo el reemplazo de las castañuelas por el pañuelo, adoptando en consecuencia un nuevo nombre: zamacueca.

Según pasan los años… y las fronteras
En cuanto a su estructura, cabe destacar que una vez en Bolivia este género pasó a ejecutarse en dos partes iguales, mientras que al llegar a Chile se resumió en sólo una, pero con estructura diferente. A este último país llegó, directamente procedente del Perú, en 1824, mezclándose –siempre del lado oeste de la Cordillera, lo referente a la cueca argentina será abordado en la última parte del presente informe - en la región norteña con música local sobre escalas mayores europeas, mientras que en la zona central y en la sur se desarrolló en tonos menores y también en formas bimodales. Luego volvería al Perú, al final de la guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana (1839), con el nombre de "chilena", confundiéndose en parte con la ya existente zamacueca.

Al inicio de la Guerra del Pacífico, en marzo de 1879, la zamacueca ya había vuelto al lugar que la vio nacer, Perú, pero con variantes y bajo el nombre de Chilena, por lo que fue rebautizada por el músico peruano Abelardo Gamarra con el nombre de “Marinera”, en honor a la Marina de su país.

De cualquier manera, la zamacueca ya se había dado “una vueltita” por varios países del continente, aunque con la particularidad de quedarse en todos los casos como folclore propio del lugar donde se manifestó.

Pasando por Bolivia
En lo concerniente a la cueca boliviana, afloró desde el Departamento de Antofagasta, de soberanía boliviana antes de la Guerra del Pacífico (1879 - 1884), y con el transcurrir de los años fue adquiriendo formas propias. Tomó tal impulso que rápidamente comenzó a ser mencionada en muchas de las mayores obras literarias de aquel entonces. Incluso la cueca Viva mi patria, Bolivia, compuesta por Apolinar Camacho, llegó al punto de ser reconocida como segundo himno de aquella nación.
De allí en más, pasó a bailarse en todo el país con variaciones regionales, adquiriendo nuevos nombres según la zona en que surgieron, por eso en Bolivia existen la cueca cochabambina, orureña, chuquisaqueña, potosina, paceña y chapaca.
Por su parte y según consta en el artículo “La cueca boliviana”, colgado en el portal Wikipedia (www.wikipedia.org) , las cuecas de La Paz y Oruro tienen varias similitudes: ambas tienen modos menores melancólicos, ejecutados con más instrumentos de cuerda que la original (una guitarra haciendo armonías y otra los bajos, más mandolina y en menor medida el arpa), con poco acompañamiento percusivo y de vientos; aunque eso no la priva de tener un carácter más saltado, por lo que son bailadas en fiestas, chicherías y acontecimientos como "presteríos" y otros; mientras que las cuecas de Chuquisaca y Potosí combinan partes tristes como alegres, y son bailadas muy elegantemente, por lo que la cueca chuquisaqueña, especialmente, es considerada de "salón". A su vez, la cochabambina es de características más populares y sencillas y una de las más reconocidas, la cueca tarijeña y la cueca chapaca son mucho más agitadas. En general, se puede afirmar que es una danza que se baila tanto en acontecimientos sociales como en escenarios. En el último caso, también cambia el vestuario según el tipo de cueca representada; es decir, la mujer viste de Chola paceña, chuquisaqueña o potosina usando una pollera relativamente larga y botas, mientras que en Cochabamba y Tarija las polleras son más cortas.

Su estructura consta de dos partes iguales, con la salvedad de que en la segunda los vientos y la percusión cobran más fuerza.

En Chile pegó fuerte
Este género folclórico alcanzó grandes dimensiones en tierras chilenas, en donde entró desde el norte y principalmente gracias a la incursión de los militares trasandinos por tierras peruanas, sobre todo los marinos (de allí el posterior rebautizo en Marinera). Sin embargo y a pesar de conformar buena parte de la historia de Chile, recién en el año 1979 se oficializó la Cueca como danza nacional.

Al igual que lo ocurrido en Bolivia, en Chile la cueca se desarrolló hasta adquirir características propias. En consecuencia y según la ubicación geográfica, la cueca presenta algunas diferencias y por eso se pueden distinguir tres claras variaciones de la cueca tradicional:
• La cueca norteña: cuyo principal cambio es que la música sólo es tocada, no cantada, con guitarras, acordeón, trompetas, tubas, bombo y cajas. La danza es más valseada, sin tanta fuerza en el zapateo y con influencia aymará.
• La cueca central: es la más comercial. Se toca con guitarrón, guitarra, pandereta, güiro y arpa, quedando la línea melódica a cargo de las voces. Su coreografía depende de temáticas festivas, desglosándose en la campesina real, la criolla (en donde los versos son improvisados) y la brava, de un claro perfil social y político.
• La cueca chilota: cuya principal diferencia radica en que los pasos son más cortos y además la voz del cantante tiene más importancia sobre el sonido de los instrumentos, dentro de los cuales se incorpora aquí el rabel (violín de tres cuerdas), y el uso de dos instrumentos que refuerzan la teoría de los antecedentes flamencos: las castañuelas y la pandereta. Además, es de coreografía no pautada, con una métrica que alterna el 6 por 8 con el 3 por 4, lo que genera un paso más acompasado.
A su vez, en Chile existen otros estilos de este baile asociados a la cueca, como por ejemplo la larga, la robada y la cómica, entre otras.

La argentinidad al palo
Respecto de la inserción de este género en nuestro país, todo parece indicar que el acceso se produjo desde Santiago hacia Mendoza y de allí a todo Cuyo, mientras que al norte ingresó desde Bolivia.
En Argentina el nombre también su
frió modificaciones; a la vez que en la región de Cuyo se la llamó cueca; en las provincias del noroeste se la reconoce tras la denominación de chilena.

En 1840, aproximadamente, se documenta la presencia de la cueca en Cuyo, y Ventura Lynch en su "Cancionero Bonaerense" anota que las cuecas llegaron a la provincia de Buenos Aires antes de 1850, indudablemente como irradiación cuyana.
En lo estrictamente musical, la cueca típica de Cuyo es esencialmente cantada y lleva acompañamiento de guitarra, nunca de bombo. Isabel Aretz dice que antiguamente se usó el arpa. Es un poco más veloz que la zamba, pero de todos modos su velocidad es menor a las de Perú, Bolivia y Chile, por lo que en definitiva y tal como todos los ritmos tradicionales cuyanos, es moderada y elegante, más “caminada”. También cabe destacar que La métrica de 40 compases, que predomina, fue precedida por la de 48 compases primero y la de 44 después, por lo que coreográficamente el primer arresto puede ser doble, siguiendo luego con el orden y duración de las figuras indicadas para la zamba.

En cuanto a la chilena, también llamada cueca norteña, se destaca que tuvo su epicentro en Jujuy, pasando a Salta y Tucumán a fines del siglo XIX. Debido a que esta variante ingresó a nuestro país desde Perú por Bolivia, se advierte claramente que musical y coreográficamente presenta diferencias con la cueca. En lo relativo a su aspecto musical, posee la bimodalidad de la antigua zamacueca, pero en modo menor, lo que le da cierto carácter tristón, según Isabel Aretz. Y si bien coreográficamente hablando –al igual que la cueca cuyana- presenta similitudes con la zamba, a la hora de su práctica es mucho más “saltadita”.

Media vuelta final
Lo dicho: la zamacueca representa algo así como el tronco de un árbol cuyas raíces se hunden en el fandango, la música andaluza –nutrida a su vez por el zéjel árabe-, El khalif - con aires árabes pero de Túnez, que combina ritmos griegos, troqueo y yámbico, presentes también en Senufo, Kanen, Rodesia del Sur y Kenia-, la antigua Seguiriya Gitana y la Jota; las que en definitiva le permitieron generar una amplia copa compuesta por ramas tales como la marinera en Perú; la cueca norteña, central y chilota en Chile; la cueca cochabambina, orureña, chuquisaqueña, potosina, paceña y chapaca –entre otras- en Bolivia y la zamba, cueca y chilena en la Argentina. Un ramaje que aún hoy cobija y representa los sentires de una parte del folklore que bien puede definirse como americano.

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